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India March 5, 2006 english

Posted by Belle in : India , trackback

Por desgracia perdí­ mi diario donde tení­a apuntes sobre India, Egipto e Israel. Ahora, meses después, no me acuerdo de mucho, pero a continuación van algunos de los momentos que recuerdo.

Nuestro viaje a India se compuso de dos partes. La primera semana viajamos con los socios de Wences en el tren Deccan Odyssey. El itinerario fue el siguiente:
Primer dí­a: Salida de Mumbai (Bombay)
Segundo dí­a: Fuerte Jaigarh, playa Ganapatipule, Fuerte Ratnagiri
Tercer dí­a: Fuerte Sindhudurg, Playa Tarkali, y la aldea de artesanos de Sawantwadi
Cuarto dí­a: Goa
Quinto dí­a: Pune, mercados y museos
Sexto dí­a: Cavernas de Aurangbad
Séptimo dí­a: Cavernas de Ajanta

La segunda semana viajamos a través de la provincia de Rajastán en otro tren llamado The Palace on Wheels (el Palacio sobre Ruedas) que era precisamente eso. El itinerario de The Palace on Wheels fue:
Primer dí­a: Salida de Delhi
Segundo dí­a: Jaipur
Tercer dí­a: Jaisalmer
Cuarto dí­a: Jodhpur
Quinto dí­a: Sawai Madhopur
Sexto dí­a: Chittaurgarh, Udaipur
Séptimo dí­a: Agra

Los dos trenes son de primera clase, con cabinas muy confortables y un servicio fantástico. También creemos que debe ser una de las formas más agradables de ver India. La diferencia principal entre los dos trenes es el grado de opulencia. El Palace on Wheels no sólo tení­a el aspecto de un palacio, sino que la mayor parte de los lugares a donde nos llevó eran antiguos palacios u otros edificios relacionados con la realeza. En este aspecto el Palace on Wheels resultó más impresionante. El Deccan Odyssey tiene una variedad mayor de monumentos y atracciones. Quizás no fuesen tan impresionantes como los del Palace on Wheels. Por ejemplo, en el Deccan Odyssey vimos una copia en miniatura del Taj Mahal, mientras que en el Palace on Wheels, vimos el verdadero Taj Mahal. En el Deccan Odyssey vimos unas hermosas playas desiertas, y pequeñas ferias de artesaní­as en las aldeas de las montañas. En el Palace on Wheels sólo vimos atracciones turí­sticas muy establecidas y fuimos a los depósitos de telas que suministran ropa de cama para Giorgio Armani. Si querés sentirte como un rey, el Palace on Wheels es el tren para vos. Si querés tener una mejor idea de cómo es India hoy en dí­a, tomá el Deccan Odyssey.

Una de las muchas cosas agradables de viajar en tren es que al final de un largo dí­a de andar recorriendo, el tren te permite extraerte de todo, disfrutar de una agradable cena y caer rendido. No hay que preocuparse por cómo llegar al siguiente lugar. Viajar en tren tiene algo muy romántico. La campiña que se extiende ante tu mirada, el sonido del tren que corre por las ví­as. Al mirar por la ventana no hay que preguntarse si hay que doblar a la izquierda o la derecha en la próxima intersección, o si tu marido se acordó de llenar el tanque de nafta. No ves la mugre ni sentí­s el olor a orina, y como no tenés nada que ver con el transporte en sí­, tenés tiempo para imaginarte todo tipo de cosas sobre la gente y los lugares que pasás a toda velocidad. Siempre me pasa que el viajar en tren me pone muy nostálgica. Me devuelve a momentos de mi niñez, me hace acordar de cosas como la veta de la madera de un puente peatonal en mi antigua escuela, o el sonido apagado de nieve al caer sobre el bosque mientras subo en mi telesilla preferida de Aspen Highlands. Las cosas que vemos cuando estamos en movimiento nos quedan grabadas.

El Deccan Odyssey

Durante el dí­a explorábamos diversos lugares con todos los pasajeros del tren, y a la noche yo dormí­a una siesta con Theodore mientras Wences se reuní­a con sus socios y Dio tení­a a Liz y David a los saltos por los vagones. Luego de los dí­as largos y calurosos que pasábamos, creo que quienes podí­an intentaban sestear o por lo menos tirarse un rato antes de la cena. Después nos encontrábamos en el vagón de estar para charlar y tomar un trago, y después nos í­bamos al vagón comedor. El tren corrí­a a toda velocidad hacia nuestro próximo destino, mientras nosotros comí­amos una comida india sabrosa pero no picante. ¿Cómo puede haber comida india que no sea picante? Por lo menos nos ofrecí­an un chutney picante con el que Wences y yo bañábamos nuestros platos. Creo que Tailandia y Sri Lanka deformaron nuestro paladar. Bueno, fue una forma magní­fica de ver India y de pasar un tiempo agradable con amigos.

Voy a hacer una presentación rápida de los socios de Wences, Willy, Micky, y Michael. Willy vino a visitarnos a Nueva Zelanda antes de que naciera Theodore, lo que estuvo bárbaro. Fue nuestro primer visitante no pariente que de hecho llegó al Simpática. Todaví­a me acuerdo de cómo jugaba fútbol con Dio todas las mañanas sobre el trampolí­n. Hicimos largas caminatas por unas montañitas para ir de picnic con las limpias vacas neozelandesas. Siempre es tan fácil estar con Willy, es tan amable e interesante. Dio se acordaba bien de él y todaví­a lo llama Wheatie. Nos alegró conocer a Marí­a, su novia, que tuvo que hacer un viaje con un itinerario bastante loco para encontrarse con nosotros en el viaje. Muchos podrí­an haber optado por no venir, pero ella vino y no se quejó ni una vez. Juntos, Willy y Marí­a parecen muy felices y distendidos. Marí­a tiene una hermosa sonrisa, y estoy deseando llegar a conocerla mejor.

Siempre es un placer ver a Micky y Becky. Desafortunadamente no pudieron traer a su beba, Sigal, porque habí­a estado enferma. De todas formas, a la mayorí­a de la gente no le entusiasma mucho llevar a sus bebes a India. Yo no estoy segura de si lo harí­a de nuevo. Pero lamentamos no haberla conocido porque todos queremos ver si es más el tipo para Dio o para Theodore. Parece que va a ser extremadamente alta, en cuyo caso Theodore serí­a una mejor pareja. Bueno, Micky y Becky son fantásticos con los niños. Becky me enseñó un jueguito que puedo jugar con Theodore (Choque las narices) que le encanta. Hací­a varios años que no veí­a a Becky, así­ que disfrutamos de ponernos al dí­a con ella y yo disfruté la chance de hablar con ella sobre cosas mundanas de mamás, como sarpullidos y pomadas para los pañales. También aprendí­ cómo se comunican las infecciones bacterianas. Becky es enfermera y la mayorí­a de parientes de Micky son doctores. Su hermano, Jonathan, nos ha sido de gran ayuda en estos viajes. Siempre que tenemos un problema con los nenes lo llamamos y él nos aconseja por teléfono. A menudo estamos en lugares donde no estamos seguros de la calidad de la atención médica, así­ que nos gusta poder tener su segunda opinión. Además, sus consejos han sido tan útiles, que ahora es el primero a quien llamamos.

De todos los socios de Wences, Michael es con el que he pasado menos tiempo. Además, con todos los pedazos de cuentos que escucho sobre él, se ha convertido en una figura misteriosa. He escuchado gente que lo compara con Al Pacino en El Padrino. No se preocupen, es una persona de bien, a no ser que todo este tiempo Wences se haya dedicado al lavado de dinero y me haya engañado con esta vaga explicación de Patagon.com. Me gusta preguntarle a otra gente cómo es Michael para ver si dicen lo mismo que Wences. Todos lo describen como un tipo joven que no anda con bobadas, muy inteligente y trabajador. Eso suena agradable, pero a la distancia, algo aburrido. Pero Michael no es aburrido. Es perceptivo y divertido, con un gran sentido del humor. También parece ser tri-cultural, si es que eso existe. Brasilero, argentino, americano, los entiende a todos y puede estar como en casa en cualquiera de los tres paí­ses. Por fin pude conocer a su novia, Tatiana. No sólo es hermosa (y una modelo de éxito), sino que es una persona maravillosa. Es inteligente, muy divertida en formas a veces sorprendentes, y amable. Enseguida se entendió con Theodore, y él parecí­a feliz en sus brazos. Una vez yo estaba con problemas para hacerlo dormir y Tatiana lo tomó por un rato y el se quedó dormido sobre su hombro. Se hicieron tan amigos que me preocupaba un poco que fuera a intentar robarse a Theodore. Pero lo más preocupante era que Theodore no me habrí­a extrañado ni un segundo.

Viajar en un tren de primera clase en India es un lujo. Nos atendieron verdaderamente bien: nos escoltaban del tren al colectivo con aire acondicionado, que tení­a agua y toallitas húmedas en cada asiento, papel higiénico en cada parada para ir al baño, siempre una mano para ayudarnos a subir al ferry, al palacio para un buffet de almuerzo digno de reyes, unas cabañitas en la playa por si querí­amos dormir una siesta después del almuerzo o ducharnos después de nadar en el mar, de vuelta al colectivo con aire acondicionado y de ahí­ directamente al aire acondicionado del tren, con nuestras acogedoras habitaciones que habí­an limpiado mientras no estábamos. De inmediato nos serví­an té y galletitas y cualquier otra cosa que quisiéramos. Era como ser de la realeza. Nos llevaban a los lugares más lindos, protegidos del calor y de los vendedores ambulantes, de los mendigos, de cualquier cosa que pudiera ser desagradable. Por supuesto que es una forma muy agradable de viajar. En especial en un lugar como India, donde los vendedores ambulantes, el calor, y el exceso de población pueden ser abrumadores. Al mismo tiempo, como alguien que está intentando aprender algo sobre una cultura diferente, se te mantiene aislado de la gente que es la portadora viviente de la cultura y sus tradiciones. Los edificios hermosos son fantásticos, y los museos son una ventana a otra época y lugar y una gran herramienta para comprender el patrimonio cultural, pero a medida que hemos dado la vuelta al mundo he visto que a pesar de toda la hermosura y grandeza que pueden tener lugares como el Taj Mahal, no me conmueven. Lo que me conmueve es la gente.

Fuimos muy afortunados con los maleteros tan especiales que nos atendieron en el tren. Pravaka era un chico de 19 años que me hací­a acordar a Bambi. Tení­a unos ojos grandes y marrones, inocentes y amables, y se moví­a con distinción. También parecí­a tan joven para andar por su cuenta, viviendo en un tren, viendo a su familia en raras ocasiones. Pero nos dijeron que trabajar en estos trenes es todo un honor. Bueno, Pravaka adoraba a Dio. Una mañana lo encontré de la mano de Dio frente a una puerta abierta del tren, mientras el mundo pasaba a mil por hora. Mi primera reacción como madre fue, ALEJí A MI HIHO DE ESA PUERTA Y DEL PELIGRO DE QUE SE CAIGA DEL TREN. Pero al acercarme, vi que Pravaka lo tení­a bien agarrado. Me di cuenta de que Pravaka estaba compartiendo con Dio su parte preferida de vivir en ese tren, así­ que me quedé esperando cerca, escuchando a Dio hablar sobre las cosas que veí­a, y escuchando la felicidad en la voz de Pravaka mientras le señalaba otras cosas. Algunas noches Liz y David le pedí­an a Pravaka si no le importaba cuidar a Dio mientras ellos iban a cenar al vagón comedor. Cuando volví­an de la cena, Dio, que supuestamente iba a estar durmiendo, estaba mirando televisión, correteando, comiendo galletitas, en resumen divirtiéndose como loco. Cuando David y Liz le preguntaban a Pravaka por qué Dio estaba levantado, les decí­a que habí­a estado llorando, así­ que él lo habí­a levantado. Pravaka no soportaba escucharlo llorar. Yo entiendo ese sentimiento. Yo hací­a de todo para evitar las lágrimas de Dio. Pero después tuve otro bebe. Además, es claro que no hay nada que podamos hacer para aislar a nuestros hijos de la tristeza y la ira. Es parte de la vida, y cuanto antes lo aprendan, mejor.

Una conversación que tuve con Pramod, el maletero del vagón de Michael y Tatiana, me ofreció una explicación para algo que habí­a estado sintiendo pero que no podí­a articular. Un dí­a, casi la mitad de nuestro grupo estaba enfermo. Tatiana, Willy, Liz, Dio, Wences, (aunque él no lo admití­a), todos estaban con problemas de estómago. Pasé caminando al lado de Pramod y parecí­a que estaba a punto de llorar. Le pregunté qué pasaba y me dijo, “Mi señora y mi señor, están enfermos.” Más tarde me contó que para él eran todos “Como dioses”. Así­ es como nos veí­a esta gente. Me quedé muda. El sistema de castas es una parte tan integral de la estructura social de India. Era impresionante imaginarse cómo Ghandi logró todo lo que logró. Hoy en dí­a necesitamos ese tipo de fuerza y poder. En Mumbai tuvimos la suerte de ir a un apartamento donde Ghandi se quedaba cuando estaba de paso. Habí­a muchas fotos, libros y cartas. Me acuerdo de una en particular escrita por Ghandi y dirigida a Hitler. Lo que me impresionó fue la total falta de ira en su tono. No lo condenaba a Hitler como si lo que Hitler estaba haciendo no pudiese haber sido lo más contrario a las creencias de Ghandi. Ghandi razonaba con él, argumentaba, intentaba convencer a Hitler de que no precisaba hacer lo que estaba haciendo. Lo debe haber impresionado, porque mantuvo la carta en condiciones impecables.

Tengo una especie de collage mental de India. Todos los dí­as abrí­a las ventanas de nuestras cabinas y veí­a deslizarse la campiña. Algunos dí­as no habí­a mucho para ver, miles de campos secos. Otros dí­as mis ojos no podí­an seguir el ritmo de todas las cosas que pasaban a toda velocidad. Pequeñas chacras con chozas de paja, una leve pincelada de humo que se elevaba en curva desde un pequeño fuego. Una hermosa playa con pintorescas cabañas desparramadas a la sombra de las palmeras, docenas de niños y hombres haciendo sus necesidades en cuclillas afuera de la estación del tren a primera hora de la mañana, sin papel higiénico en mano. Niños que saludaban con la mano y corrí­an, trepando una colina para ver el tren desde más cerca, para mirarnos y que los viéramos. Cuando observaba a estos niños desde mi ventana de primera clase, segura y separada de ellos, lloraba sin saber por qué. Como madre, querí­a tomarlos en mis brazos y protegerlos. Cuando veí­a tantos niños hambrientos, sucios y sonrientes querí­a ayudarlos, pero como madre de mis hijos, querí­a mantenerlos alejados de los mí­os. Demasiadas enfermedades y falta de higiene en India. Hay demasiada gente sucia y con hambre. Querés ayudarlos, pero cuando ves cuántos son, no sabés por dónde empezar. India te rompe el corazón.

Por supuesto que nada de eso nos impidió regatear como campeones. Wences y yo le agregamos otra dimensión a nuestra sociedad como marido y mujer. Nos convertimos en equipo de regateo. Yo no puedo hacerlo sola. Soy la peor. Siempre siento que si estoy pagando menos de lo que pagarí­a en Estados Unidos, está bien. Pero Wences es mucho más ambicioso. Así­ que empezamos a delinear los roles que nos salí­an bien. Yo entraba en alguna tienda de aspecto prometedor, y empezaba a pedir para ver cosas, pedí­a precios, siempre preguntándome en voz alta si a mi marido le gustarí­an. Después aparecí­a Wences y yo le mostraba lo que me gustaba, él preguntaba el precio y se reí­a, o a veces, en forma extremamente educada, decí­a que aunque el artí­culo en cuestión nos gustaba mucho, nunca nos habí­amos imaginado que pudiese costar tanto, así­ que no podrí­amos comprarlo. Después fingí­amos que nos estábamos por ir, y ahí­ empezaba el regateo. Cuando finalmente acordábamos un precio, tengo que decir que quedaban FELICES con Wences. Lo admiraban por conseguir un buen precio y por hacerlo en forma respetuosa. Qué textiles hermosos que se puede encontrar en India. Yo me imaginaba cómo serí­a venir a India para comprar telas y muebles para un hotel o negocio. Qué divertido. Tan diferente de a lo que estoy acostumbrada. Tan hermoso.

Verdaderamente disfrutamos el tiempo que pasamos en India y hablamos de volver en los próximos años. Sin los niños. Es otro mundo.

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