jump to navigation

Passage From Bali To Singapore September 10, 2005 english

Posted by Belle in : Bali to Singapore , trackback

Wences estaba listo para irse de Bali. La verdad, yo podrí­a haberme quedado otra semana o dos, explorando Ubud, pero Wences dijo que tení­a una sensación extraña y y que querí­a irse. Como no es una cosa tí­pica de Wences, le hice caso. Para qué retenerlo ahí­ más tiempo del que se siente cómodo. Yo no estaba muy entusiasmada con la travesí­a de una semana con dos niños y un sólo motor. Por suerte Gunther y Lois, los dueños de otro catamarán Catana, el Pacific Bliss, se ofrecieron a navegar con nosotros. Fue un ofrecimiento muy atento de su parte, ya que si pasaba algo con el motor que nos quedaba, podrí­amos necesitar ayuda. También habí­a preocupación por el asunto de la piraterí­a.

A mí­ la travesí­a me sonaba agotadora. Como Wences, David y Liz iban a estar ocupados con las guardias y la cocina, al principio no me parecí­a bien pedir ayuda. Pero después me dí­ cuenta que yo iba a ser la que menos dormirí­a de todos, ya que Theodore todaví­a toma pecho dos o tres veces por noche. Además, encargarme de los dos todo el dí­a es demasiado desde el punto de vista de seguridad. Cuando le doy de mamar a Theo no puedo cuidar a Dio. Dio es demasiado alocado para que eso sea posible. A no ser que le ponga Buscando a Nemo, pero no quiero hacerlo demasiado a menudo. Así­ que me dí­ cuenta de que iba a precisar ayuda.

En su mayor parte la travesí­a transcurrió sin problemas. El dí­a o dos habituales de acostumbrarse a la rutina de que todo está en movimiento. Yo disfruté de navegar con otro barco. Era agradable poder ver en todo momento que tus amigos no estaban demasiado lejos. Me hací­a sentir menos como que estábamos completamente solos en el medio del Mar de Java. Cuando estábamos tipo a medio camino, Wences decidió que era hora de darle al Pacific Bliss una demostración del poderí­o de nuestro equipo de audio. Lo prendió A TODO VOLUMEN. Yo te quiero dar, una canción buení­sima de La Mosca con una percusión magní­fica. Todos los que estaban despiertos saltaron al trampolí­n. Dio y yo bailamos y saltamos y cantamos mientras el Pacific Bliss, que estaba justo al lado nuestro, nos miraba, no sabemos si divertidos u horrorizados. Estaban demasiado lejos para que pudiésemos ver sus expresiones. Después de la primera canción David apareció, exhausto, con un aspecto no muy bueno. Estaba mal del estómago. Supongo que la demostración del estéreo no lo ayudó. Wences puso el volúmen tan alto que creo que nos deben haber escuchado llegar desde Singapur. Tras unas canciones, Dio y yo quedamos agotados. Hora de meternos en su piscina.

Al dí­a siguiente pasó algo interesante. Liz notó que un barco de pesca algo grande básicamente habí­a cambiado de rumbo para venir hacia nosotros. Liz cambió la dirección del Simpática y el barco volvió a cambiar de rumbo, dirigiéndose hacia el Pacific Bliss. Después de unas comunicaciones no muy claras por la radio nos enteramos por Noen, un pasajero malayo del Pacific Bliss que nos tradujo, que el barco de pesca estaba buscando combustible. Wences puso un poco de diesel en un bidón y lo tiró colgado de un cabo atrás del barco. El barco recibió el diesel, aparentemente muy agradecidos, y empezaron a alejarse en dirección opuesta. En ese momento me fui para abajo a amamantar a Theodore. Poco después escuché a Wences en la radio, hablando con Gunther, y sonaba preocupado. No es fácil que Wences se preocupe, así­ que yo me preocupé inmediatamente. Lo escuché decir que el barco estaba volviendo hacia nosotros a máxima velocidad. Después escuché que Wences despertaba a David, cerró todas las puertas y escotillas y se sentó a hacer una llamada. ¿A quién diablos iba a llamar? pensaba yo. ¿A Dios? ¿Quién nos iba a ayudar acá en el medio del Mar de Java? ¿Qué amigo de OPM o de GLT podí­a espantar a un montón de piratas? Sabés cuando te dan una tarjeta de alguien y sonreí­s, y pensás, para qué diablos me están dando esto a mí­, qué probabilidades hay de que volvamos a hablar. Bueno, yo habí­a tenido esa experiencia con Mia, la esposa del intendente de Kupang. Quién iba a imaginarse que su tarjeta iba a resultar tan útil. Wences le contó de nuestra situación, que no estábamos seguros pero que creí­amos que estábamos bajo ataque de piratas. Mia dijo que iba a hacer algunas llamadas y nos llamarí­a de vuelta en cinco minutos. Después me convocaron a la cubierta, con el bebe, para que vieran que tení­amos niños abordo. Sí­, estábamos así­ de desesperados. Me dí­ cuenta que en cuanto me vieron con Theodore, se alejaron un poco. Su barco habí­a estado muy cerca del nuestro. Hubieron momentos en que parecí­a que incluso iban a chocar contra el nuestro. No era un barquito de pesca de morondanga, era un barco grande, de dos pisos, largo, y con por lo menos cinco hombres abordo. De repente me pregunté si el hecho de que se alejaran era buena o mala señal. ¿Los piratas tienen sentido de la moral? ¿Dirán, bueno, vamos a robar lo que podamos de quien podamos, pero si tienen niños abordo, olví­dalo. Súbitamente, este tipo de distinciones me resultaban importantes. Piratas buenos…hmmmmm. ¿Será que ese bicho existe? Me acordé del artí­culo que Wences me habí­a leí­do en voz alta sobre el tipo que iba navegando solo, sin arma ni GPS, cocina, cartas de navegación, etc., etc., y fue tomado presa de los piratas. Cuando los piratas se dieron cuenta de que este tipo no tení­a nada más que algo de comida enlatada y ropa interior sucia, se fueron. Al rato retornaron, volvieron a subir al barco, y esta vez le dieron dos cosas. Un GPS y una advertencia: TENE CUIDADO, le dijeron los piratas. Esa es una buena historia de piratas. Me agradaba pensar en eso en este momento en particular. Observamos mientras le gritaban a Noen, Noen les gritaba de vuelta, ellos volví­an a gritar, gesticulando con las manos, Noen volví­a a gritar, gesticulando con las manos. De repente, Noen descubrió que lo que precisaban no era diesel sino aceite para el motor. Gracias a Dios. Gunther pudo darles todo lo que precisaban y se fueron. De repente me dí­ cuenta de lo afortunados que somos de no tener un arma abordo. Un arma podrí­a habernos metido en problemas. Lo que más miedo me dió ese dí­a en el Simpática fue nuestro propio temor. Nuestro temor de encontrarnos con piratas, de la gente que no conocemos, de un idioma que no entendemos y de una cultura que nos es extraña. Si hubiéramos tenido un arma podrí­amos haber amenazado con usarla. Y qué tragedia habrí­a sido eso. Más tarde nos enteramos que Gunther habí­a estado con una pistola de bengalas en la mano durante todo el episodio, tan asustado como nosotros. Me pregunto si esos pescadores tení­an idea de cuánto miedo habí­an provocado. Espero que no. Yo estaba un poco avergonzada por nuestro miedo. En especial cuando nos enteramos cinco minutos más tarde que Mia habí­a llamado a su esposo, que habí­a llamado a la Marina en Jakarta. La Marina estaba a minutos de despachar un barco y aviones de caza a nuestras coordenadas. Esos pescadores podrí­an haber explotado por el aire por pedir un poco de aceite. Pero también creo que es bueno saber que si no hubiesen sido pescadores, tení­amos una seria palanca internacional trabajando de nuestro lado.

Comments

Sorry comments are closed for this entry