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Malaysia October 17, 2005 english

Posted by Belle in : Malaysia , trackback

Llegamos a Langkawie, Malasia, el 15 de octubre. Los primeros dí­as nos quedamos en la marina de Telaga Harbour. Aunque se ve hermoso desde el agua, pronto nos dimos cuenta de que quedaba un poco lejos de todo. También tení­a una onda seudo-europea que no nos interesaba mucho. Por lo menos perdimos el interés cuando nos enteramos que los restaurantes de aspecto europeo serví­an aceitunas sin carozo enlatadas. Estuvo bien por unos dí­as, pero de alguna forma sentí­amos que Malasia no era eso. Así­ que nos mudamos a la marina Royal Langkawie, que está más cerca de todo, pero donde hací­a tanto calor que parecí­a que la combustión espontánea era decididamente posible. Además, aunque estábamos cerca de un shopping con unas gangas bárbaras, hicimos las compras en un dí­a y nos quedamos soñando con sombra y brisas del mar. Era tiempo de abandonar las marinas e irse a anclar fuera del puerto.

Nuestra siguiente parada fue un lugar llamado Hole in the Wall. Debo admitir que irónicamente tení­a grandes esperanzas para un lugar cuyo nombre significa “Lugar Diminuto”. Subiendo por un canal largo y angosto, y por lo tanto bien protegido del oleaje, pero también de cualquier susurro de viento, Hole in the Wall era un sueño para todo barco de un sólo casco. Encontramos montones de personajes interesantes habitando en los mangles. Un austriaco alto como un pino que acababa de volver de una visita a su paí­s y que parecí­a como que habí­a estado navegando por la zona de Malasia/ Tailandia durante años; su amigo, un agradable cuentista alemán, y un barman francés borracho. Comimos en el restaurante Hole in the Wall donde nuestra moza nos tomaba el pedido y después salí­a a arrancar el pescado del criadero de peces que rodeaba el restaurante. Eso estaba bueno, y el pescado estaba bueno. Un mero algo salado de precio para Malasia, y para un lugar con ese nombre. Después de cenar prácticamente nos ordenaron que visitáramos el bar de los franchutes que quedaba pegado al restaurante. Estaba pasando una música fantástica y bailando con su mujer y su hijo de dos años. Los únicos clientes fuera del franchute eran el gigante austriaco y el alemán. Parece que habí­a estado tomando durante unas cuantas horas, y fumando sin parar. De hecho lo vimos caerse de un banco al piso. Cuando nos preguntó qué querí­amos tomar, Wences dijo un White Russian. El Franchute sacó un tí­tere con forma de perro y empezó a gruñir. No habí­a White Russian. Entonces Wences pidió un mojito. El perro gruñó de vuelta. Cuando preguntamos qué habí­a, dijo, cerveza o whisky. Después nos enteramos que estaba un poco deprimido porque se le estaba fundiendo su negocio. Ya habí­a decidido cerrar el bar e irse con su mujer a Filipinas a hacer un negocio de pesca de atún. Aparentemente pasaba meses sin tener un cliente. Eso no puede ser bueno, ni comercial ni emocionalmente. Dijo que los musulmanes son gente tranquila, que no sale de casa, y que su sueño habí­a sido hacer un lugar nocturno especial donde la gente pudiera venir y bailar y tomar y divertirse. Pero no suscitó mucho interés. Nos quedamos en Hole in the Wall por unos dí­as antes de partir rumbo a Tan Jun Ru.

Tan Jun Ru era divino. Montañas, monos, una linda brisa. No nos sorprendió enterarnos de que habí­a un hotel Four Seasons justo a la vuelta de donde echamos anclas. Una noche Wences me llevó a una cena fantástica y especial en el restaurante de la playa del hotel. Tení­an una hermosa carpa con vista de la puesta del sol sobre el agua, y nuestro mozo particular. La comida estuvo muy buena, pescado y langosta con curry, lemon grass, leche de coco, y un vino Sancerre. Me sentí­a como una princesa.

Uno de los dí­as que estuvimos en Tan Jun Ru pudimos ir a esquiar. Hací­a mucho tiempo que no me divertí­a tanto. La última vez que habí­a intentado hacer esquí­ acuático habí­a sido 10 años atrás. Me levanté al primer intento hasta que Wences me arrastró durante algo que pareció una eternidad. Al dí­a siguiente sentí­a como que los brazos se me iban a caer. De hecho tení­a un dolor tan fuerte en el pecho que por momentos pensaba que me iba a morir. Pero me daba vergí¼enza. Cómo iba a tener neumoní­a y después morirme en el mismo perí­odo de dos meses. Era demasiado. Tres dí­as más tarde me sentí­ normal de vuelta. ¡Si estaré fuera de forma! ¡Más esquí­ acuático!

Nuestro último fondeadero fue Langkawie, Dai Tai. Debe haber sido nuestro favorito, pero sólo tení­amos un dí­a para pasar ahí­. Una pena, porque era tan lindo. Una brisa perfecta, montañas hermosas. Pero Tailandia nos llamaba. O más precisamente, el viaje de negocios de Wences al continente americano nos exigí­a que siguiésemos andando. Pobre Wences. Parece que cada vez que llegamos a un lugar donde nos gustarí­a pasar un tiempo, él se tiene que ir. Quizás si no tuviésemos los viajes de negocios que nos vayan empujando ¡todaví­a estarí­amos en Bora Bora!

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