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Papeete Tahiti August 29, 2004 english

Posted by Belle in : Tahiti, French Polynesia , trackback

Papeete nos encantó. Todas las guí­as que habí­amos leí­do le daban duro al lugar, pero a nosotros nos fascinó y estuvimos completamente contentos durante la semana que nos quedamos ahí­. Decidimos que si í­bamos a LA CIUDAD de la Polinesia Francesa, más valí­a quedarnos en una ciudad, en vez de ir a uno de los yacht club más espléndidos en las afueras de la ciudad. Wences encontró una marina que literalmente quedaba en el centro. Yo no podí­a haber estado más feliz.

Llegamos un domingo, a últimas horas de la tarde. Todo estaba cerrado. Yvan del barco FENAMBULE nos ayudó con los cabos cuando llegamos. Nos habí­amos encontrado con él y su mujer Corinne en Panama y en Hiva Oa. Yvan nos dijo que habí­a un problema bastante serio con los robos de los barcos que amarraban en la marina. Que para estar seguros siempre habí­a que dejar a alguien en el barco durante el dí­a, y de noche alejarlo lo suficiente de los lados como para que nadie se pudiera subir abordo. La segunda noche que estábamos en Papeete hubo un robo a dos barcos de distancia del nuestro. Alguien se metió en el barco mientras dormí­an. Aparentemente era la segunda vez que robaban ese barco en esa marina. Se fueron inmediatamente. Nosotros nos cuidamos de estar bien alejados de la marina de noche. Y como tengo el sueño muy liviano, siempre estaba caminando alredodor del barco, practicando una patada de karate de vez en cuando para que supieran que era mejor no meterse conmigo. Tengo memorizada la escena de cómo reventarle el traste a alguien, de la pelí­cula Karate Kid. Wax in, Wax out, paint the fence, etc. Digamos que soy una cinturón negro de Karate Kid.

El lunes de mañana, la calle que el domingo de noche estaba toda cerrada y muerta, estaba que zumbaba de autos y peatones. Una de las calles se desbordaba de cafés. ¡Yupiii! Me encantan los cafés. Era tan bueno poder simplemente cruzar la calle y tomar un espectacular café au lait con jugo de ananá recién exprimido y un croissant. Llevamos a Dio a almorzar un par de veces y descubrimos que le encantan las quiche y las copas heladas. Era su primera. Mientras devoraba el helado, con cuidado de no pasar por alto la salsa de chocolate, me seguí­a mirando como diciento ¡GUAU! ¡Esto es impresionante! ¡Por qué me lo habí­an ocultado hasta ahora! De noche a menudo í­bamos a un parque divertido que nos quedaba cerca, donde después de las 6 de la tarde aparecí­a un montón de quiosquitos con toda clase de comida. Mucha comida china, pero encontramos de todo. Muy buen poisson cru, pescado con salsa de jengibre. Dio, que le encanta comer, estaba tanto más interesado en los nenes que corrí­an alrededor, que en general comí­a algo liviano y exigí­a que lo soltaran. El nene ahora camina muy rápido. Le encanta que lo persigan, así­ que casi todo el tiempo camina lo más rápido que puede. Estaba fascinado con un nene que andaba en patines y una nena en una motito. Cuando empezó un show en vivo, quedó como hipnotizado.

Como nos quedamos en Papeete un tiempo, tuvimos oportunidad de pasar más tiempo con los otros barcos con los que vivimos encontrándonos. Están Yvan y Corinne, una pareja francesa muy dulce, de treinta y pico de años, que salieron de Francia hace un año y planean navegar durante otro año antes de retornar a sus vidas de ingeniero aeronáutico y dermatóloga. Corinne le dió un remedio a Sofí­a para una reacción alérgica que estaba teniendo al sol y le dio a Dio un filtro solar super fantástico. Al principio pensé que Corinne e Yvan no querí­an tener mucho que ver con nosotros, pero después que Wences los invitó a venir a tomar algo, me dí­ cuenta de que simplemente eran tí­midos como yo. Y qué bárbaro que ahora los conocemos. ¡Corinne nos regaló una pequeña acuarela de Hiva Oa que es hermosa! El tamaño perfecto para el barco. ¡Y yo habí­a estado buscando una! Wences también invitó al barco a una agradable familia noruega que habí­amos visto en Hiva Oa. También están en un viaje en barco de dos años. Su hija Sarah está estudiando en el barco con sus padres y le encanta. Habla inglés muy bien, un poco de francés, y supongo que noruego. Al padre le encanta hablar. Siempre lo vemos hablándole a a alguien, y a su mujer y su hija esperándolo. Cuando vinieron al barco fue igual. Estuvo por lo menos diez minutos tratando de irse del barco, mientras su mujer y su hija esperaban pacientemente, pero él simplemente no podí­a parar de hablar. Por último, se fueron y él no tení­a idea para dónde. “Pasa todo el tiempo”, dijo. Nos pareció muy cómico. La madre adoró a Dio y era muy dulce. ¡Ojala pudiera hablar noruego! ¡Pero más vale concentrarme en aprender español primero!

Una noche Wences me llevó a ver un maravilloso espectáculo de danza tahitiana. Los trajes eran impresionantes. Deben haberse cambiado de traje cada cinco minutos. El espectáculo duró una hora sin descanso. Era tan atlético que pensé que para el final todos se iban a desplomar porque estos bailes requieren a casi todo el mundo en el escenario al mismo tiempo. A veces bailan las mujeres, después los hombres, después bailan todos juntos. Las mujeres tení­an pelo negro y largo (o muy buenas pelucas) y flores por todos lados. No hemos visto muchos habitantes de la Polinesia Francesa que sean atractivos, pero todo el mundo en ese escenario era por lo menos atractivo, sino de morirse de linda o de buen mozo. Todos los bailes eran obviamente sobre el sexo y la seducción, un movimiento brusco de la pelvis no tiene tantos significados posibles, en ningún idioma, pero el estilo de los bailarines no era lujurioso ni sucio ni sórdido, sino que era feliz, hermoso e inocente. Algo reconfortante de ver. Supongo que estos bailes eran parte de su cultura, así­ como la abundancia del sexo, anterior a la invasión europea. Con el tiempo la iglesia católica trajo enfermedades venéreas, sí­filis y culpa, y prohibió estos bailes y cambió la forma en que veí­an el sexo, etc. Recién en los últimos diez años los habitantes de la Polinesia Francesa han vuelto a descubrir y conmemorar su cultura. Nos pareció fantástico que este espectáculo pareciese capturar el espí­ritu de lo que habí­amos leí­do.

Otra noche Wences y yo salimos juntos a un simpático restaurant francés chiquito a metros de la calle principal. En la mitad de la cena Wences dijo que no se sentí­a muy bien así­ que pedimos para llevarnos la comida. Parece que a la moza nunca le habí­an pedido eso antes. Pero estuvo muy amable igual. Desapareció durante bastante tiempo, y ya nos í­bamos a ir sin la comida cuando apreció el maitre a informarnos que habí­a habido un error y el chef por equivocación habí­a tirado la comida a la basura, así­ que lo sentí­an mucho. Estábamos bastante seguros de que no fue ningún accidente. Era la forma educada de decirnos que no hacen paquetes para llevar. Dos noches más tarde fuimos al mismo restaurant con Glenn. Glenn pidió un plato de mariscos. El mozo le contestó en un inglés bastante bueno que ese plato era crudo. Hace meses que estamos comiendo sushi en el barco, así­ que nos resultó gracioso que alguien pensara que alguno de nosotros se opondrí­a a comer pescado crudo. Le aseguramos que no habí­a problema, que sabí­amos en lo que nos estábamos metiendo. Cuando estábamos terminando las entradas el maitre vino y miró nervioso el plato de paté de salmón ahumado de Glenn. Sólo habí­a comido la mitad. “¿Hay algún problema con el paté?” preguntó. “No, sólo estoy reservando lugar para mi plato principal”. El maitre sacudió la cabeza, quedó mudo por un instante. “Por favor, coma el paté, compártalo con sus amigos, escóndalo abajo del plato del pan, pero no me haga llevar ese plato así­ de vuelta al chef!” Yo me tenté de risa. Me habí­a olvidado de lo locos que son los chef y de cómo los buenos siempre inspeccionan los platos que vuelven de la mesa para ver lo que a la gente le gusta o no le gusta. Enseguida lo ayudamos a Glenn a terminar. Yo ya estaba llena. Cuando el maitre me trajo mi churrasco, supe que estaba en problemas. Primero, el churrasco era enorme. Por Dios, se supone que las porciones francesas son chicas, y este coso era el churrasco más grande que habí­a comido en mi vida, y aunque lo habí­a pedido a punto, estaba sangrando. Comí­ todo lo que pude. Por lo menos tres cuartas partes del bife quedaba sin comer. Ya no podí­a comer más. El maitre vió que habí­a parado de comer, mirándome con recelo. “No puedo comer más, lo siento” le dije en mi mejor francés. “Oh LALA!” El maitre se acercó a toda velocidad, levantó mi plato y se fue furioso hacia la cocina. Me pregunté si iba a tirar el bife a la basura en el baño, o si se lo iba a dar a alguien, o esconderlo, o algo. Pero simplemente desapareció. Gracias a dios, me dije. Cinco minutos más tarde apareció una moza de vuelta con mi bife. ¿Estarí­a soñando? NO. Habí­an decidido que el motivo por el que no podí­a comer más era que estaba demasiado crudo y saben que a los extranjeros no les gusta la carne sangrando. Así­ que ¡voilá! Cuando empecé a explicar que ése no era el problema, el maitre me miró, y me dijo, con un tono de urgencia, “Por favor, haga lo más que pueda. No puedo llevar su plato de vuelta así­.” Glenn y Wences comieron dos bocados grandes cada uno, pero no les entraba más que eso. Yo no lo podí­a creer, estaba en problemas. Cada cinco minutos o algo así­ vení­a el maitre a inspeccionar mi plato. Sacudí­a la cabeza y decí­a, “No, no es suficiente”. Cuando vió que estaba por desmayarme, me ofreció un café gratis. Por Dios. Realmente me voy a tener que comer todo este coso. Miraba con añoranza a la mesa atrás nuestro que tení­a una planta enorme justo al lado. Deberí­amos estar nosotros sentados ahí­. Mi churrasco a esta altura ya serí­a parte de la planta. La servilleta era demasiado chica como para llevar suficiente bife hasta el baño, y de repente me dio un miedo terrible de encontrarme con el chef, con una servilleta llena de bife, así­ que supe que no me podrí­a deshacer del bife de esa forma. Por último, cuando habí­a comido una cantidad realmente considerable, piqué el resto y lo escondí­ en la salsera que tení­a la salsa béarnaise. Por suerte era bastante grande. Lo único que quedaba eran unos pedazos enormes de grasa. Si me hací­an comerlos me iba a descomponer. Aunque de repente la idea de vomitar no me sonaba tan mal. ¡Imagí­nense el alivio! El maitre vino y vio mi plato. “Póngalo en el plato de la manteca”. Puse los pedazos enormes de grasa en el plato de la manteca y él inmediatamente lo dio vuelta sobre mi plato invertido. No se veí­a nada de carne abajo. “Muy bien. ¡Puede irse!” Nunca más volvimos a ese lugar, pero si lo hubiéramos hecho, ¡yo planeaba llevar Tupperware!

Durante los últimos dos dí­as pudimos pasar algo de tiempo de vuelta con Lloyd y Fiona del Deep Blue. Son una pareja de ingleses con los que nos vimos en Tuamotos. Fuimos al Carrefour juntos e hicimos grandes compras de provisiones. Dos carros rebosantes de jugo, queso, cereales, pañales, todo lo que habí­amos estado extrañando. Carrefour es la nejor cadena de supermercados en la que he estado. No sólo tiene de todo, como WalMart, pero la calidad es fantástica. Por lo menos de la comida. Yo estaba tan contenta de que pudiésemos hacer ese surtido. Iba a facilitar el tiempo que pasásemos en Moorea y Bora Bora. El aprovisionamiento puede llevar mucho tiempo y querí­amos tener más tiempo para disfrutar de Moorea y Bora Bora sin tener que hacer grandes compras de aprovisionamiento.

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